lunes, 9 de mayo de 2016

Las misteriosas pinturas del Tassili

LAS MISTERIOSAS PINTURAS DE TASSILI

Actualmente hay pocos lugares conocidos del mundo antiguo que esconden tantas incógnitas y provocan un gran estimulo a la imaginación. Testigo de una edad remota que traspaso la barrera del tiempo para expresarse  como un libro escrito en la pared de piedra, por un ser anónimo del universo.
El Tassili es una pieza única de la arqueología más inquietante y reveladora sobre los posibles orígenes de nuestra civilización. Situadas a unos 1.800 metros sobre el nivel del mar, en la meseta argelina de Jabbaren, que casualmente significa “Los Gigantes” en lengua Bereber, el corazón del Tassili, según los arqueólogos estas pinturas están datadas entre  el 10.000 a 15.000 años aproximadamente, aunque un gran número de arqueólogos e investigadores creen que aún podrían ser más antiguas.




Expuestos los cabezas redondas, seres gigantes, impresionantes figuras antropomorfas, exóticas y algunos desconocidos animales, escenas de caza y domesticación… Seres de otros mundos con trajes extraños, parecidos a los astronautas de nuestra era pero hace quince milenios, junto con escenas familiares y cotidianas. Distintas huellas de diferentes comunidades primitivas, sin que sea esa afirmación  en tono despectivo, que usaron las paredes sagradas de piedra y el arte como camino de comunicación y de expresión hacia ellos mismos y porque no decirlo, hacía otros mundos.
En Tassili, sobre las rocas del desierto saharaui, los hombres del neolítico, nuestros antepasados, dibujaron sorprendentes figuras en forma de humanoides que extrañamente parecen astronautas, y la pregunta que nos hacemos ¿Por qué?




“Con cabeza en forma de tulipán y cuerpo de reloj de arena, estas figuras parecen provenir de otro planeta más que de otra época” es lo que afirmó David Coulson, de la revista NationalGeographic, cuando se encontró ante las figuras antropomorfas pintadas del Tassili. Su objetivo era fotografiarlas al detalle una a una. Entre foto y foto no podía dejar de observar el aspecto de aquellas imágenes policromadas y suavemente trazadas sobre ese lienzo que era la roca. Era impactante, tanto que se vio en la obligación de aceptar que era lógico que muchos estudiosos hubieran identificado a aquellos humanoides cono marcianos procedentes de lejanos mundos.
Probablemente son unas de las pinturas prehistóricas más inquietantes del planeta, y hay razones suficientes para afirmarlo, si partimos de la base que estas pinturas son realistas, no cabe ninguna duda que los que quienes las inspiraron tuvieron que ser semejantes a como están pintados.
Tassili, esta gran isla de piedra en medio de este mar de arena que es el Sahara, y un día, hace ocho mil años aproximadamente, y desde entonces hasta hace dos mil quinientos, fecha de la que datan los arqueólogos las más recientes obras pictóricas, estas piedras comenzaron a convertirse en el mural sobre el cual aquellos hombres, que aún no conocían la civilización, plasmaron el aspecto de unos seres cuya identidad sigue siendo un misterio para nosotros.
Hoy es un mundo seco y árido, difícil para la vida, pero en aquella época y hasta hace 4.000 años, el Tassili fue un auténtico vergel.
Las primeras noticias que hacían referencia a este extraordinario “museo” se conocieron en Europa en los años de la primera guerra, difundidas por asombrosos oficiales de la Legión Extranjera los cuales se había aventurado hasta regiones situadas a mas de 1.400 kilómetros de Argel. Las pinturas fueron descubiertas en 1.934 en el cauce del río Djerat, actualmente completamente seco. Fue un oficial francés, el teniente Brenans, comandante del puesto en  el que se aposentaban las tropas militares a cuyas filas pertenecía, eran los tiempos de la ocupación francesa de Argelia, quién las descubrió mientras inspeccionaba los oasis del lugar. Ante el apareció aquel majestuoso conjunto de cientos de figuras perfectamente pintadas. Encontró también representaciones de hipopótamos, elefantes, y cocodrilos y demás fauna.
Todas estas pinturas eran de un realismo que impresionaba, Brenans quedó fascinado ante ellas. Acudió presto al campamento, desde donde dio buena cuenta de su hallazgo al antropólogo Henri Lothe. Este fue el comienzo de una larga aventura para el científico francés, que viajo hasta el lugar en diferentes ocasiones clasificando una a una, con un gran esmero y detalle, todas aquellas pinturas. Dos décadas después, el antropólogo acabó su trabajo. 
Luego de los primeros comentarios y especulaciones en torno al suceso, transcurrieron varios años hasta que un reducido grupo de especialistas en cuestiones saharianas efectuaron una breve e incompleta recorrido por las zonas abruptas del Tassili, verdadero reino de la desolación y el silencio. La guerra frustró cualquier intento serio de investigación y la expedición retorno a prestar servicio en las Fuerzas Armadas francesas. Entre ellos se encontraba Lothe, un personaje singular por su pasión por el desierto.
Huérfano desde niño comenzó a trabajar a los catorce años y después de incontables esfuerzos, un grave accidente malogró su carrera de aviador militar. A los veinte años buscó la manera de entrar en el desierto y después de varios intentos encontró una insólita salida. El director de los territorios del sur le ofreció unos dos mil francos para combatir la langosta en el desierto, con esta cantidad Lothe, compro un camello, algunos libros sobre la langosta y tomo camino al desierto desconociendo los peligros que le podrían aguardar en ese océano de arena. Allí pasó tres años alejado de la civilización, recorrió el Sahara en varios sentidos en viajes que sumaron más de 80.000 kilómetros y entablo amistad con los tuaregs, que pueblan la región de los ríos secos en el macizo del Ahaggar. Por su conocimiento del desierto y de los grupos sociales nativos, la Sorbona lo premio con un doctorado, estimulado por dicha distinción y cuando se aprestaba para organizar una expedición para rescatar de la piedra las enigmáticas pinturas de los dioses del Tassili, estallo la segunda guerra.
Ya en servicio, una lesión en la columna redujo a Lothe a un lecho de invalido donde permaneció diez años, el destino volvía a interponerse entre él y su sueño de trasladar al papel aquel tesoro del arte arcaico que había podido admirar durante sus exploraciones en el corazón del Sahara.
A comienzos del 1.956 y después de obtener la ayuda del gobierno galo y de diversas entidades científicas pudo al fin organizar la expedición. No solo el viaje, sino también la permanencia en esas regiones de aridez implacable donde gran número de desfiladeros jamás habían sido hallados por el hombre, hacían presagiar toda clase de peligros. Pero Lothe había tenido que postergar varias veces su deseo, como para retroceder ante el peligro.
En febrero el equipo de Lothe se pone en marcha hacia lo descocido, treinta camellos, un guía tureg, dos auxiliares y los especialistas; George Le Poitevian, pintor apasionado por el mar y el Sahara; Claude Guichard minucioso fresquista; Jacques Vilet, alumno de la escuela de Artes Aplicadas; Phillippe Letellier fotógrafo y cineasta de la misión y finalmente Irene Montandon diplomada en legua beréber, que vivía entre los tuaregs y que participaría tres meses en la expedición.
Las jornadas son agotadoras, partiendo de Yanetcomienzan los desfiladeros de montaña, situada a más de 700 metros de altura la meseta del Tassili, según el propio Lothe así describía esta escalada “ Las bestias tienen cortado el aliento por el esfuerzo, la rampa es cada vez más empinada y la mole de pedruscos se va haciendo más importante, algunos camellos se desploman bajo la carga que cae rodando torrontera abajo, los hombres deben acudir a todas partes. En los guijarros se perciben huellas de sangre, pues sin excepción todos tienen despellejadas las patas y se han dañado las pezuñas en las aristas cortantes de las rocas. El animal que lleva las grandes cajas con los tableros de dibujo acaba de desplomarse bajo su carga que ha dado contra una peña y está claro que jamás podrá incorporarse. Mando sacar los tableros y tomo la decisión de que nos los carguemos al hombro. Cada uno recibe su parte y aquí comienza el calvario para todos, pues aún no se divisa la cima y el sendero se encrespa más y más bajo nuestros pies.”
Finalmente se cumple la hazaña y en plena meseta de arenisca cada día reserva sorpresas, ciudadelas rocosas, cuevas, acantilados. Gran parte de este terreno donde están dispersas las cuevas se asemeja a un alucinante paisaje lunar, pero Lothe ha llegado a su meta y comienza el trabajo sistemático de calco y coloreado.
En cada vuelta del laberinto aparecen nuevas colecciones del arte parietal, en general son muy raras todas estas pinturas planas. Las grandes escenas, los cazadores, los arqueros, las gacelas diminutas o los dioses descomunales y amenazadores se encuentran en superficies cóncavas o convexas. Para poder calcarlas centímetro a centímetro, es precios permanecer de rodillas o tendido de espaldas en agostas salientes de rocas.
De esta forma se registraron cientos de paredes, “estábamos literalmente trastornados por la variedad de estilos y de temas superpuestos, nos toco enfrentarnos con el mayor museo de arte prehistórico existente en el mundo y con imágenes arcaicas de gran calidad pertenecientes a una escuela desconocida hasta el presente” según Lothe.
Después de estudiar las regiones de Tan-Zumaitak y Tamir, el equipo de Lothe se dirigió al pequeño macizo de Yebbaren, “cuando veas Yabbaren te quedaras estupefacto” comento Lothe a su compañero Brenans. Y así fue en realidad, Yebbarenque en el idioma de los tuaregs significa, los gigantes, que se distinguen por las presuntas representaciones humanas, gigantescas y desconcertantes. “Cuando nos encontramos entre las cúpulas de areniscas que se parecen a las aldeas negras de chozas redondas – dice Lothe – no pudimos reprimir un gesto de admiración. El conjunto constituye una verdadera ciudad, con sus callejas, sus encrucijadas, sus plazas; y todas las paredes están cubiertas con pinturas de los más diversos estilos, aunque sobresalen los “dioses de cabeza redonda”, frescos de gran tamaño pintados en los tiempos prehistóricos, entre los 7.000 y 8.000 años antes de Cristo.”
Se trataba de una serie de grabados de seres de gran estatura que aparecen representados en varias escenas junto a cazadores del neolítico, estos últimos, frente a aquellos, eran mucho más bajos. Y aquellos, frente a estos, parecían estar protegidos por armazones que se asemejan a auténticos trajes de astronautas.
Los expertos dicen que los cazadores que aparecen en las escenas presentan, al igual que los animales, un marcado carácter realista, bajo este prisma, habría que pensar lo mismo a propósito de los peculiares humanoides, que serían en realidad tal cual los pintaron.
Una de las figuras, de seis metros de altura fue bautizada como “el gran dios marciano”la imagen se convirtió desde ese preciso momento, en uno de los iconos más representativitos de lo que podrían haber sido visitas de seres de otros mundos en el pasado. Estos grabados son como algo así como libros de historia que reflejan hechos singulares a los que nuestros ancestros habían asistid, y de entre todos los hechos, aquél fue o debió ser, sin ninguna duda, el más excepcional.
El mismo Lothe después de observar al gran dios de seis metros de alto pintado ene le techo de un abrigo profundo, escribió, “hay que retroceder un tanto para verlo en conjunto. El perfil es simple, y la cabeza redonda y sin más detalles que un doble óvalo en mitad de la cara, recuerda la imagen que comúnmente nos forjamos de un ser de otro planeta.  Los marcianos abundan en Yebbaren y hemos podido trasladar no pocos frescos espléndidos referentes a su estancia”. 
Brenans había señalado algunos pero las mejores piezas le habían pasado por alto pues son prácticamente invisibles y para volverlas a la luz había sido menester un buen lavado de las paredes con esponja.
Entre estos descubrimientos aparece un gran fresco cuya figura central es el “dios astronauta” al que Lothe considera representante de un periodo algo anterior (cabezas redondas evolucionadas) al del “dios marciano” (cabezas redondas decadentes). Sin embargo, los presuntos “cosmonautas” se repiten también en Azyefú, en Ti-n-Tazafif y en Sefar. En Ananguat, dentro de un fresco de estilos diversos se observa un extraño personaje a que con los brazos tendidos hacia delante sale de un curioso ovoide. Al respecto, Lothe ha escrito lo siguiente al describir el fresco, “más abajo, otro hombre emerge de un ovoide con círculos concéntricos que recuerda un huevo… Toda prudencia es poca para interpretar semejante escena, ya que nos hallamos ante unos temas pictóricos sin precedentes.”


Estas palabras del célebre explorador que rescató el patrimonio artístico de desconocidos hombres prehistóricos, señalan con exactitud los términos en que se haya planteado el enigma de muchos frescos del Tassili. Cualquier afirmación puede ser aventurada, a día de hoy, no existe otra explicación para las pinturas del Tassili, representaban a alguien, pero falta saber a quién.
Las más recientes investigaciones inciden en lo ya señalado. Pierre Colombel, director del departamento de prehistoria del Museo del Hombre de Paris, es quien, en la actualidad trata de resolver el enigma. Sus conclusiones, a día de hoy, es inequívoca, “aquellos hombres de enorme estatura y cubiertos con monos y escafandras son divinidades y criaturas que para los antiguos habitantes del Sahara eran auténticos dioses.”
Tassili seguirá siendo objeto de estudio, de hecho, estas pinturas además de poder constituir una prueba de la visita de seres de otros mundos en el pasado, los estudios han puesto al descubierto una serie de grafías que pudieran representar los primeros signos pertenecientes a un antiquísimo lenguaje y escritura. De confirmarse, habría que empezar a pensar que aquellos hombres tuvieron acceso a una serie de conocimiento que les llevaron a elaborar lo que pudo haber sido la primera escritura. Entonces, podríamos pensar una increíble posibilidad; ¿se la revelaron sus dioses con aspecto de cosmonauta?.
Para el hombre actual, el Sahara es un inmenso desierto, de diez millones de kilómetros cuadrados, un hábitat extremo, una región desolada, un entorno hostil, donde la supervivencia es un reto. Este nuevo artículo nos ha permitido retroceder en el tiempo y descubrir que el Sahara no siempre fue así.


lunes, 2 de mayo de 2016

El humanoide de Zafra

EL HUMANOIDE DE ZAFRA

Este encuentro con el misterio sucedió en la madrugada del uno de abril de 2012, Carlos “Charly” Rivera, el que fuera bajista del popular grupo de rock cordobés Medina Azahara volvía a Córdoba tras un concierto en Madroñera, Cáceres. Iba acompañado en la furgoneta por dos componentes del equipo técnico. 
En torno a las cuatro y media de la madrugadacirculando por la N-432, a unos 15 kilómetros aproximadamente del pueblo de Zafra, con la carretera solitaria a esas horas, iban tranquilos, hablando, cuando de repente, en mitad de la oscuridad de la noche, divisaron como desde el arcén derecho de la nacional a pocos metros del vehículo apareció lo absurdo, surge alguien, el conductor asustado da un volantazo para no atropellarlo.
En un principio pensaron que podría tratarse de alguna persona accidentada que necesitara ayuda, pues se acercaba hacía la furgoneta tambaleándose, pero al observarlo más de cerca quedaron perplejos, un extraño ser que no parecía de este mundo se dirigía hacia ellos, asustados no paran, pasan despacio junto a la extraña figura  siguiéndola con la mirada. 



Era un ser extremadamente delgado y de una gran estatura, aproximadamente sobre unos dos metros de alto, que se dirigía a ellos tambaleándose, tenía una cara cadavérica con una enorme boca de tamaño extrañamente desproporcionada, parecía como si su mandíbula inferior estuviese desencajada, sus ojos eran de un brillante extraño, un brillante amarillento y en el cuello llevaba algo grueso, como una especie de flotador, con la cabeza realizaba movimientos en circulo como quién realizada estiramientos para relajar esa zona. Llevaba un traje blanco, como si fuera un uniforme que reflejaba los faros de la furgoneta y llevaba la cabeza cubierta por una especie de capucha.
Las palabras de Charly en una entrevista que concedió posteriormente fueron muy concisas:
“Vi una especie de persona o algo parecido, no sé que era, pero nos quedamos mirándole fijamente hasta que estuvimos a menos de un metro de él.
Sea lo que sea lo que vimos, yo no quiero volver a verlo, infunde terror, no quiero volver a verlo en mi vida.”
Cuando hubieron sobrepasado al humanoide, charlyse quedó perplejo mirando por el espejo retrovisor y vio como desaparecía por el arcén, de la misma forma que se había manifestado.
¿Qué era aquel ser? Y lo que quizás sea más importante ¿Qué quería de ellos?